El keynesianismo o economía
keynesiana es una teoría económica propuesta
por John Maynard
Keynes, plasmada en su obra Teoría general del empleo, el interés
y el dinero, publicada en 1936 como
respuesta a la Gran Depresión de
1929. Está basada en el estímulo de la economía capitalista en épocas de crisis.
La economía keynesiana se centró en
el análisis de las causas y consecuencias de las variaciones de la demanda
agregada y sus
relaciones con el nivel de empleo y de ingresos. El interés final
de Keynes fue poder dotar a unas instituciones nacionales o internacionales de
poder para controlar la economía en las épocas de recesión o crisis.
Este control se ejercía mediante el gasto presupuestario del Estado, política
que se llamó política fiscal.
La justificación económica para actuar de esta manera, parte sobre todo, del efecto multiplicador que se produce ante un incremento en
la demanda agregada.
Keynes refutaba la teoría clásica de
acuerdo a la cual la economía, regulada por sí sola, tiende automáticamente al
pleno uso de los factores productivos o medios de producción (incluyendo el capital y trabajo). Keynes postuló que el equilibrio al que teóricamente tiende el libre mercado,
depende de otros factores y no
conlleva necesariamente al pleno empleo de los medios de producción, es decir,
que los postulados básicos de Smith, Ricardo, etc., dependen de una premisa que
no es necesariamente correcta o "general". Así Keynes postuló que la
posición de Smith, Say o Ricardo,
sobre el equilibrio de la oferta y la demanda,
sería correspondiente a un caso "especial" o excepcional, en tanto que la teoría debería
referirse al proceso "general" y a los factores que determinan la
tasa desempleo en la realidad. En consecuencia llamó a su proposición
"Teoría general".
En términos no técnicos, el liberalismo
económico clásico supone que cuando se produce un bien se han producido también
los medios para la compra de otros bienes (en la medida en que una vez
producido podrá ser directa o indirectamente -mediante el uso de dinero-
intercambiado por otros bienes. ver Ley de Say).
Sugiere que para fomentar crecimiento económico no hay que penalizar la producción: a más producción, más bienes que
intercambiar, más intercambios, etc. Así, en el largo plazo, no solo todo lo
que se produce es lo mismo que todo lo que se compra, sino que todos están
interesados en que el sistema funcione a máxima capacidad (se logra un
equilibrio entre la producción y la demanda
agregada que tiende al
máximo uso de los "recursos económicos", incluyendo el pleno empleo.-
ver también Ley de Walras).
En esa situación lo racional es utilizar inmediatamente cualquier ingreso, dado que mantener
dinero sin uso no produce beneficios. Nótese que lo anterior implica
equivalencia estricta entre ahorros e inversiones:
“posponer consumo” sin invertir el dinero es equivalente a mantener sumas
ociosas, es decir, es económicamente irracional, como lo es el no utilizar para
invertir sumas disponibles en los bancos (los ahorros de otros, etc.).
Dentro de la coyuntura histórica,
económica y política, el keynesianismo —y sus proyectos consecuentes como el Estado de Bienestar y el desarrollismo—
dio a los dirigentes mundiales, que representaban el capitalismo la oportunidad
de salvar su llamada democracia, cuya existencia llegó a verse amenazada debido al
auge de las economías socialistas, producto de la incapacidad del liberalismo
clásico de resolver la crisis. Debido a esta razón los principios del keynesianismo
fueron aplicados de una u otra manera en gran parte de los Estados occidentales
desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta que en los años '70 un nuevo tipo de
crisis llevó a su
cuestionamiento y el
resurgimiento de aproximaciones clásicas bajo el neoliberalismo.
"Durante los años de guerra,
Keynes tuvo un papel decisivo en las negociaciones que iban a dar forma al
orden económico internacional de la post-guerra. En 1944, dirigió la delegación
británica en la conferencia de Bretton Woods en los Estados Unidos. En la
conferencia jugó un papel importante en la planificación del Banco Mundial y el
Fondo Monetario Internacional".
Si bien las repercusiones
político-económicas de Keynes y varios de sus partidarios son variadas, algunos
creen que la idea del keynesianismo es salvar al capitalismo o mantenerlo
estable.Desde el lado opuesto, pero quizás con
la misma intención y similares mecanismos retóricos, Keynes es descrito como
siendo "mucho más que un keynesiano. Sobre todo fue la figura
extraordinariamente perniciosa y maliciosa que hemos examinado en este capítulo.
Un encantador pero ambicioso estatista maquiavélico, quien personificaba
algunas de las tendencias e instituciones más malignas del siglo veinte"Quizás con una visión un poco más
medida Waligosrky aduce que esas políticas fueron adoptadas: "como una
resguardo contra el poder del mercado para socavar nuestras instituciones
políticas y sociales más valiosas... Un mercado totalmente libre es
definitivamente no el mejor para una democracia, un mercado sin regulaciones no
garantiza justicia ni prosperidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario